Crónicas de Japón
Abstract
Desde Vancouver se insinúa ante los ojos del viajero la proximidad del Oriente, porque su recepción está parcialmente a cargo de personal en cuyos rasgos se perciben los ancestros asiáticos. Ya destacan chinos, japoneses y aún hindúes entre los que aguardan en el aeropuerto. Cuando el avión se eleva, a las 10 de la noche, el firmamento luce un tono plúmbeo; y a la distancia se percibe una engañosa franja blanquecina, o destella en el horizonte una hermosa gradación de matices rojos. Durante largas horas volamos hacia el norte, a un extremo occidental de Alaska, donde la noche sobrecoge, pues —aunque corta en el verano— es negra, silenciosa y fría. Luego se endereza el rumbo hacia Tokio. Sólo se percibe quietas y sombrías masas de nubes, hasta que la luz empieza a despuntar. Pero se diría que el alba es un espejismo, porque pasan las horas y no se altera su tenue luminosidad. Aún sopla la brisa fresca, y aún se extiende su claror opalino, cuando la travesía concluye.Downloads
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Published
1960-06-30
How to Cite
Tauro, A. (1960). Crónicas de Japón. Letras (Lima), 26(64), 132-150. https://doi.org/10.30920/letras.26.64.11
Section
Studies
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