La poesía de González Prada no es complemento ornamental en su figura de pensador y combatiente, sino centro de su sistema anímico, del cual parten y al cual confluyen todas las corrientes de su espíritu. De sus versos no podría decirse como de la "hermosa cítara labrada" de Aquiles en la Ilíada: un mero deleite para amenizar los interregnos morosos del combate.
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