10.30920/letras.87.126.4

Estudios

Periodización de la literatura afrohispanoamericana: retóricas de la (auto) representación, y figuras de autor y lector1

Periodization of Afro-Hispanic American literature: The rhetorics of (self) representation and figures of author and reader

Marcel Velázquez Castro1 
https://orcid.org/0000-0002-5770-8400

1Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú Contacto: mvelazquezc@unmsm.edu.pe


Resumen

En este artículo se propone una definición y una periodización de la literatura afrohispanoamericana, campo clave en la construcción de la múltiple y heterogénea cultura de la América hispana. L a periodización abarca desde el siglo XVI hasta hoy y presenta como variables: las retóricas de la (auto) representación del afrodescendiente y las figuras de autor y lector.

Palabras clave: literatura afrohispanoamericana, periodización, esclavitud colonial, negrismo, negritud y afrocentrismo


Abstract

This article provides a definition and a periodization of Afro-Hispanic American literature, key field in the construction of multiple and heterogeneous culture of Hispanic America arises. Periodization ranges from the sixteenth century to today and presented as variables: the rhetorics of (self) representation of African descent and figures of author and reader.

Key words: Afro-Hispanic American literature, periodization, colonial slavery, negrismo, Blackness, Afrocentrism


Introducción

La reciente publicación en seis volúmenes del Dictionary of Caribbean and Afro-Latin Biography (2016) constituye un hito mayor en el proceso de múltiples esfuerzos académicos por pensar exhaustivamente las trayectorias socioculturales de la población afrodescendiente en todo el continente americano. Desde las dos últimas décadas se han multiplicado estudios regidos por las políticas de la diferencia y con perspectivas interdisciplinarias (estudios culturales, estudios de género, historia, antropología y literatura) que han colocado el énfasis en tres dimensiones: a) las retóricas de la representación del esclavo y del afrodescendiente; b) la capacidad de actuación del esclavo y del afrodescendiente, incluso en los contextos más adversos, y c) la multiplicidad de experiencias de esta población que ha contribuido a diseñar las rutas culturales del continente americano. A modo de ejemplo, podemos mencionar dos importantes libros: Afro-Latin America 1800-2000 (2004) de Andrews y Afro- Latino Voices. Narratives from the Early Modern Ibero-Atlantic World, 1550- 1812 (2009) editado por McKnight y Garofalo. El primero fue una historia contemporánea del siglo XIX y XX de América desde la variable de lo afrolatino, que explicó cómo este grupo contribuyó con la formación del estado-nación, la democratización y las reformas político-sociales que transformaron la vida de la región; y el segundo apostó por recuperar las voces y experiencias desde los archivos judiciales, religiosos y administrativos para probar fehacientemente que los esclavos y negros no solo se apropiaron de los códigos e instituciones de los dominadores, sino que las permearon y modificaron de acuerdo a sus propios intereses durante el periodo colonial.

¿Cómo estudiar la variada y compleja experiencia sociocultural de la población africana esclavizada y trasladada a América y de sus descendientes a lo largo de cinco siglos? La opción del diccionario ha sido elegir como unidad: la vida de actores afrolatinos y caribeños significativos en todos los campos de la experiencia humana. Así se construye una trama de biografías, algunas entrelazadas, de músicos, escritores, artistas plásticos, activistas sociales, políticos, futbolistas, santos, decimistas, boxeadores, filósofos, que pertenecen a varias áreas culturales americanas diferenciadas como si constituyesen un conjunto.

A pesar de las evidentes semejanzas de los regímenes de dominación esclavistas, las trayectorias sociopolíticas de esta población en los sistemas republicanos, la marginación simbólica de la comunidad nacional y el violento racismo que han enfrentado en todo el continente americano, no se puede olvidar las diferencias que afloran de acuerdo al peso demográfico y al grado de organización política de este grupo en cada área cultural americana.

En este artículo se estudia la literatura afro en el área hispanoamericana, pues en esa práctica social, oral y escrita, ha quedado inscrita en una línea diacrónica las huellas simbólicas de las diversas negociaciones y conflictos entre las políticas de (auto)representación, las apropiaciones del lenguaje hegemónico y las marcas propias del habla, la cultura oral popular y el ritmo como elemento central de significación corporal y social de dicha comunidad. Además, sus textos han constituido un desafío a la naturaleza y a los límites de la institucionalidad literaria.

La literatura no posee una definición abstracta e intemporal; sin embargo, es la palabra la materia prima de todo texto literario. La palabra propia, originaria de las poblaciones esclavizadas fue silenciada, y erradicada parcial o completamente de los afrodescendientes, pero parte de esas voces africanas sobrevivieron en textos orales, como rezos y canciones; otras dieron lugar a nuevas palabras. La presencia de los africanismos en la lengua española y en sus diferentes dialectos es inobjetable. Además, la literatura es un uso particular del lenguaje que genera una forma singular de comunicación, en la que participan diversos sujetos y mediaciones sociales. Este circuito fue empleado por los afrodescendientes, ellos convirtieron ese campo en una batalla por las políticas de (auto)representación, una forma de resistencia cultural y una afirmación de sus propias prácticas en las que la literatura no aparece disjunta de otras experiencias sociales.

Desde el problema identificado y las premisas postuladas, este artículo propone una definición de la literatura afrohispanoamericana y una periodización basada en diversas variables. Se trata de contribuir con la discusión sobre la experiencia y el legado afro en el continente americano desde una región sociocultural específica y mediante los usos, apropiaciones y transformaciones de la institución literaria por los afrodescendientes.

1 La literatura afrohispanoamericana: presupuestos y fronteras porosas

La literatura afrohispanoamericana es una categoría empleada por la crítica especializada e incluso aparece en reconocidas historias del pensamiento y la literatura latinoamericanos (Dupestre 1986, Kutzinski 2006); sin embargo, no hay una definición cabal, una que explique el recorrido diacrónico de los textos y comprehenda sistemáticamente sus características formales, políticas estéticas y su proceso comunicativo.

Planteamos como hipótesis que la literatura afrohispanoamericana es una construcción crítica que busca constituir y analizar un corpus de prácticas y textos literarios que representan, interpelan, simbolizan y dialogan con una experiencia histórica singular (orígenes africanos, encuentros culturales atlánticos con el orden imperial español, trata de esclavos, desterritorialización cultural y lingüística, asentamiento en amplios lugares de todo el continente americano y contactos con otros grupos sociales, explotación social, racismo e invisibilidad social) que forma parte de la historia universal y ha marcado significativamente a múltiples sociedades o grupos poblacionales en diversos lugares de la América hispana.

La literatura afrohispanoamericana posee conexiones históricas y culturales con la literatura afrobrasileña, pero hay diferencias centrales, como la lengua y la extensión e intensidad de la experiencia histórica de la esclavitud y las políticas de mestizaje poscoloniales en el mundo luso-brasileño. Por su parte, también hay una literatura afrocaribeña en francés (Haití, Martinica, Guayana,
Guadalupe) y en inglés (Jamaica). Este campo cultural destaca por la presencia de dos teóricos y ensayistas de gran influencia en las políticas afrocéntricas, Franz Fanon y Edouard Glisant. Además, hay que sumar a la variada y compleja tradición de literatura afronorteamericana, con textos autobiográficos del siglo diecinueve, como Twelve Years a Slave (1853) de Salomon Northup hasta escritores contemporáneos, como William Styron o Toni Morrison, esta última, Premio Nobel de Literatura.

En este amplio mapa de diversas tradiciones literarias, la literatura afrohispanoamericana ha ocupado un lugar marginal en la reflexión y debate sobre la experiencia cultural de los descendientes de africanos en toda la América porque no ha sido estudiada como un conjunto, sino solamente desde las ópticas de la literatura nacional. Actualmente, el debate académico sobre las estéticas de la diáspora negra o las conexiones culturales negras trasatlánticas está dominado por académicos afrobrasileños o afronorteamericanos, que han privilegiado sus valiosas y significativas tradiciones culturales.

Aunque la literatura afrohispanoamérica posee fronteras porosas, se puede determinar un procedimiento para adscribir textos particulares a esa categoría. Aquí no hay una respuesta única, pueden ser varias las variables que determinen su filiación a este corpus: autor afrohispanoamericano, mundo representado asociado a la experiencia histórica de la diáspora africana, personajes principales afrodescendientes, lenguaje marcado por el habla de las comunidades negras en la América hispana, entre las más importantes. Cabe indicar que la filiación a este corpus no es excluyente con otras genealogías; por ejemplo, la novela Sab (1841) de Gertrudis Gómez de Avellaneda es una novela afrohispanoamericana por su mundo representado y la centralidad del esclavo como personaje, pero es simultáneamente expresión de la novela romántica sentimental; o la novela Juyungo (1943) de Adalberto Ortiz que se inscribe en las políticas de la representación de la novela política socialista indigenista, pero explora cabalmente la experiencia afroecuatoriana por medio de la vida del logrado personaje Ascensión Lastre.

2 Propuesta de periodización

El propósito principal de este artículo es delimitar conceptualmente cuatro periodos dentro del conjunto de la literatura afrohispanoamericana. Las diferencias se establecen por los lugares autoriales de enunciación, las retóricas de la representación del esclavo y/o negro y de sus espacios y tiempos, y la imagen del lector. Estos periodos son los siguientes: a) Colonial/Esclavista (XVI- 1880), b) Negrismo (1880-1930), c) Negritud (1930-1980) y d) Afrocentrismo (1980-XXI). Estos periodos no han significado una mera secuencia diacrónica, sino que constituyen estratos de sentido que son actualizados, confrontados, negociados o suprimidos en cada texto. Los límites son umbrales que están siempre asociados a la publicación de obras que abren un nuevo orden. Dentro de un horizonte hegemónico sobreviven textos residuales y se anuncian textos emergentes del próximo periodo. En consecuencia, por ejemplo, los textos de la negritud tienen que enfrentar las lógicas del periodo colonial o del negrismo y muchas veces conservan aspectos residuales de esas formas anteriores, tal como lo prueba el escritor peruano Nicomedes Santa Cruz, que tiene varias huellas del negrismo.

2.1 Colonial/Esclavista (XVI-1880): las retóricas del sujeto esclavista

Este primer periodo se encuentra regido por una epistemología fundada en la deshumanización del negro/esclavo, el lugar de enunciación hegemónico es el poder colonial por medio de las retóricas del sujeto esclavista (Velázquez Castro, 2005). Los negros o esclavos no tienen agencia y solo pueden verse a sí mismos a través de la mirada del amo o del sujeto hegemónico. El esclavo o el negro es un cuerpo atravesado por el poder, víctima de un racismo que convierte la "fealdad" física en mal moral. A veces son representados con una voz propia, pero no para destacar su singularidad cultural sino para estereotiparlos y causar la risa del lector, rara vez hay posibilidades de una plena comunicación humana con otros hombres de otras culturas. En la mayoría de los textos, el esclavo y/o negro son representados como seres sin saber, sin hacer y sin poder; por ello, cosificados en su humanidad. Si actúan en el espacio textual es siempre transmitiendo signos que pertenecen a otros; si se convierten en agentes, la trama narrativa los sanciona violentamente. El espacio en que se mueven, principalmente, es el espacio de la hacienda, o si es otro siempre será una espacialidad regulada, vigilada. Su sexualidad fascina y espanta y crea un orden sexual colonial que implica el dominio sobre el cuerpo de la mujer negra, metonimia del goce perpetuo, y el miedo por el valor de la sexualidad genital del varón esclavo. Desde los marcos de estos textos literarios, los esclavos están fuera del tiempo, congelados, muy rara vez experimentan el devenir ni transformaciones en su subjetividad.

Debe recordarse que durante el periodo colonial temprano, las interacciones de los afrodescendientes con la escritura (burocrático-judicial) fueron frecuentes, aunque como ha demostrado Jouve Martín, en su gran mayoría "supusieron una interacción personal con las instituciones letradas del virreinato" (2005:184). Es decir, no permitieron en la Lima de 1650-1700, la constitución de un relato colectivo que pudiese enfrentarse contra la representación de la elite.

La imagen del lector que se construye en los textos de este periodo es la de un lector comprometido ideológicamente con el lugar de enunciación colonial y esclavista. Los Villancicos (1676-1691) de Sor Juana Inés de la Cruz, parte de la poesía satírica de Caviedes, la novela Sab de Gertrudis Gómez de Avellaneda, El ángel caído (1862) de la argentina Juana Manuela Gorriti y la tradición "La emplazada" (1874) de Ricardo Palma constituyen algunos de los textos relevantes del periodo. Sin embargo, hay varios textos que enfrentan el paradigma dominante: a) el diario espiritual de Úrsula de Jesús, una mística negra del siglo XVII que escribió en convenciones retóricas religiosas su propia vida y sus visiones místicas (Deusen 2012); b) un texto cubano clave porque cuestiona en parte los presupuestos del periodo, Autobiografía de un esclavo (1853) de Manzano que constituye una narrativa con elementos de la novela picaresca que promueve la abolición, pero crea una diferenciación interna
jerárquica entre los mulatos y los negros, reproduciendo en ese nivel las lógicas de representación del periodo.

2.2 Negrismo (1880-1930): exotismo y tipicidad social

El segundo periodo está conformado por el denominado Negrismo (1880-1930) regido por una epistemología de la celebración de la alteridad cultural. El espacio cultural hispanoamericano se articula con el mundo mediante el Modernismo y las vanguardias y en ese proceso modifica su mirada sobre las culturas negra e indígena. El lugar de enunciación predominante es exterior al mundo representado, el autor es blanco, mulato o mestizo con raíces africanas. El autor fundacional es el colombiano Candelario Obeso quien escribe una poesía de temas populares negros con un lenguaje que representa fonéticamente el habla negra en Cantos populares de mi tierra (1878). Aunque se puede discutir si su obra ha sido una expresión consciente de negrismo, o si ha sido la lectura académica la que ha inscrito su práctica literaria en códigos negristas, sus textos poéticos pueden considerarse una bisagra ya que instalan la voz negra como atributo esencial de un sujeto cultural, pero todavía conservan marcas del sujeto esclavista. Sin embargo, todavía se escriben obras como Salto atrás (1889) de José Antonio de Lavalle que constituyen elementos residuales del periodo colonial-esclavista anterior. Desde la retórica de la representación negrista, ya en el siglo XX, el negro se configura como un sujeto con un saber exótico y atractivo y un hacer asociado al cuerpo, pero sin poder: una visión estereotipada de larga duración en Hispanoamérica.

El tiempo representado es el de un pasado "primitivo" y antiguo que se actualiza e interpela al tiempo quebrado y múltiple propio de la modernidad y de las vanguardias. Desde la mirada artística, la plural experiencia sociocultural de los negros está desarraigada y descontextualizada, es decir, sin espacialidad propia. Existe una gran similitud de esta forma de representación con los códigos del orientalismo romántico.

El poemario Tuntún de pasa y grifería (1937) del puertorriqueño Luis Palés Matos, que reúne poemas escritos entre 1928 y 1933, expresa cabalmente la contradicción central del negrismo: la celebración de la diferencia cultural, pero la asignación de valores impuestos por el ojo ajeno a la experiencia afrodescendiente. Por ello, no sorprende que muchas palabras y referencias históricas de origen africano estén mediadas por libros de etnólogos en dicha poesía (López Barralt 2003). En el campo narrativo, se debe considerar el libro de relatos del peruano José Diez Canseco Estampas mulatas (1937) y el notable cuento "El negro Santander" (1933) del ecuatoriano Enrique Gil Gilbert, entre otros textos como exponentes de este periodo. Como se ve muchos textos se publican en los primeros años del periodo posterior, los textos negristas van a prolongarse como elementos residuales en el periodo de la negritud.

2.3 Negritud: (1930-1980): afirmación conflictiva y descolonización

El tercer periodo de la literatura afrohispanoamericana está definido por el horizonte de la Negritud. Aunque este fue en sus orígenes un movimiento antillano en lengua francesa, la definición retrospectiva que da Aimé Cesairé: "toma de conciencia de la diferencia, como diferencia, como fidelidad y como solidaridad (…) una forma de revuelta (…) contra el sistema mundial de la cultura (…) contra el reduccionismo europeo" (2002: 87) permite una proyección mundial que constituye un quiebre con las retóricas de representación del negrismo. Lo distintivo es una epistemología fundada en la Mismidad y un lugar de enunciación desde la lucha política. En lengua francesa estuvo imbricado con las luchas anticoloniales; en lengua hispánica con una reivindicación sociocultural y un enfrentamiento abierto contra las supervivencias ideológicas del colonialismo. En todos los casos, se recupera el poder de la autorrepresentación que genera un sujeto con un saber, un hacer y un poder propios. En los textos, el espacio privilegiado es el espacio nacional pero se trazan conexiones solidarias internacionales y el tiempo que se recrea es en muchas ocasiones el tiempo del futuro, el de la utopía política. El lector implicado en los textos es el propio sujeto afro, pero también todos los miembros de su sociedad. Parafraseando a Paget (200O), se debe indicar que hubo una violenta reacción contra esta literatura ya que la situación comunicativa distorsionada racialmente socavó los argumentos y los valores de la literatura en códigos de la negritud.

En la tradición hispanoamericana, el punto de quiebre está constituido por los poemarios Motivos de son (1930) y Sóngoro Cosongo (1931) del cubano Nicolás Guillén. En algunos de estos poemas todavía sobreviven rezagos del negrismo, pero su práctica literaria de "hablar en negro de verdad" y con una perspectiva interior fundan el nuevo orden. También destacan Juyungo (1943) del ecuatoriano Adalberto Ortiz, El reino de este mundo (1947) de Carpentier, las décimas del peruano Nicomedes Santa Cruz (1960) y sus ensayos sobre identidad cultural negra y descolonialización, y los poemas canciones de Victoria Santa Cruz, entre otros.

Un ejemplo cabal de las posibilidades y limitaciones de la negritud es el testimonio de Erasmo. Yanacón del valle de Chancay (1974), regido por la centralidad de la experiencia y la voz del afrodescendiente; la vida de Erasmo Muñoz representa los avatares, sociabilidad y sensibilidad de un yanacón. Su historia personal está íntimamente ligada a la hacienda Caqui y a los procesos de desintegración del yanaconaje en la costa sur peruana. Las décimas, las historias fantasmagóricas, la pretensión del buen vestir, el duro trabajo, el buen yantar, la vida cotidiana de los campesinos, la imagen de los hacendados, la esquiva ciudad de Lima son algunos de los asuntos que aparecen una y otra vez en el discurso oral. A pesar de los esfuerzos de los editores del testimonio, en este autodocumento predomina la celebración de la existencia antes que la denuncia o la crítica social.

Incluso después del cierre de este periodo, gran parte de la crítica académica ha seguido empleando este modelo teórico-político; en el caso peruano: M´Bare N´Gom (2008), Rodríguez Pastor (2008); Campos y Respaldiza (2010); Carazas (2012).

2.4 La literatura afrocéntrica (1980-XXI): el paradigma de la diáspora

La literatura afrocéntrica en castellano plantea un desafío al concepto de literatura porque obliga a problematizar la compleja relación entre palabra/experiencia, oralidad/escritura, individuo/comunidad. Que haya una experiencia histórica y cultural en la base de la literatura afrocéntrica recreada estéticamente enriquece el texto y contribuye con su legitimidad política. La epistemología predominante es dialógica ya que predomina el encuentro horizontal de voces y culturas múltiples, el lugar de enunciación privilegiado es la comunidad afro, pero también se habla desde el sujeto negro urbano; el lector implicado es cualquier lector de cualquier lugar.

Existe un nudo temporal central, el tiempo de los ancestros y de la
diáspora se recrea, pero esta recuperación de la memoria apunta al futuro. El fantasma de la trata vuelve: ¿cómo narrar o expresar poéticamente lo inefable?, aquello que es tan doloroso que no se quiere recordar, pero a la vez es imposible de olvidar. Glissant (1997) metaforiza la nave negrera como espacio de reclusión, pero también como matriz femenina que contiene lo nuevo, es decir, travesía de sufrimiento, pero también de fecundación. Por su parte, Gilroy (1993) demuestra que la esclavitud racial empieza dentro de la modernidad y es intrínsecamente moderna por sus asociaciones con el capitalismo. En síntesis, recuperar la experiencia denominada como "The Middle Passage", ubica a esta literatura en el espacio de la crítica moderna y no en un pasado premoderno; no se trata de estancarse en el dolor, sino formalizar desde la compleja experiencia de la esclavitud las continuidades (culto a los ancestros, visión animista de la realidad), fracturas(pérdida de las lenguas originarias), mezclas (afrocristianismo), resistencias (cimarronaje, voces africanas que se inscribieron en el castellano) que simbolizadas desde la literatura enriquecen la historia humana.

En este periodo, la pluralidad de experiencias derivada de la diáspora africana es reagrupada y se configura como eje de un espacio transnacional. Se vive una compleja dialéctica entre lo local y lo global, los mejores textos ofrecen experiencias universales desde historias enraizadas en territorios específicos, no nacionales. En parte, este período ha permitido la visibilización de las tramas de las experiencias afrohispanoamericanas y sus conexiones entre sí y su articulación al mundo afrodescendiente en todo el continente . Lamentablemente, desde las agendas políticas académicas también se observa una estrategia de idealización del sujeto afro en el tiempo pasado en África y una descomplejización de sus relaciones sociohistóricas en el espacio americano. La invención política de una tradición simbólica, que sin duda posee razones para ser esgrimida, no puede obviar los procesos de transculturación e hibridación culturales que se han producido desde las primeras interacciones de esta población con el resto de sujetos sociales.

El texto emblemático del periodo es Changó, el gran putas (1983) del colombiano Manuel Zapata Olivella. En esa novela total desde la voz de un griot se afirma una "transensorialidad panteísta" y la epopeya del muntú mesiánico en tierras americanas (Tardieu 2001). Por otro lado, el tema de la representación de la oralidad trasciende la mera referencialidad y se convierte en un problema estético que los autores solucionan de formas diversas (la poesía de Estupiñán Bass y la narrativa de Gálvez Ronceros). Los nuevos espacios de la cultura popular y los procesos complementarios de reterritorialización simbólica y apertura al mundo global y multicultural constituyen el lugar de acción de un sujeto afro representado con nuevos saberes e inéditos poderes. Además de los mencionados, otros autores significativos del periodo son los ecuatorianos Juan García y Juan Montaño, las peruanas Lucía Charún-Illescas y Mónica Carrillo, y la puertorriqueña Mayra Santos-Febres, entre muchos otros.

3. Reflexión final

La literatura afrohispanoamericana constituye un campo de relaciones culturales dinámicas que posee una historicidad densa por su socavamiento a la institucionalidad literaria y las pugnas por la auto(representación). Este campo ha posibilitado la apropiación de la lengua colonial y su subversión, y de este modo, ha transformado las prácticas sociales de la literatura en Hispanoamérica. Las políticas de la representación colonial/esclavista del cuerpo del esclavo o del afrodescendiente poseen una gran perdurabilidad, a pesar de todos los intentos de recuperar esa (auto)representación sin esa mediación social por parte de los propios sujetos afrodescendientes.

Las figuras de autor y lector se han modificado por los diferentes
lugares de enunciación y las formas de interpelación regidas por los diferentes ejes políticos de cada periodo. Además, el texto afrohispanoamericano se inscribe de manera diferente en la intertextualidad literaria de acuerdo a su menor o mayor acercamiento al concepto de diáspora, pues lo transnacional opaca las singularidades nacionales o regionales. Sin embargo, la opción política de lo afrocéntrico y la recreación de una pasado común posibilita que lo afro no se convierta en una mercancía identitaria del multiculturalismo global.

La periodización propuesta nos permite ordenar el inmenso corpus de la literatura afrohispanoamericana y pensarlo en una escala trasnacional para poder participar desde nuestro propio ángulo en los debates académicos contemporáneos sobre la cultura afrodescendiente en todo el continente.

 

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1 Una primera versión de este trabajo fue presentado en el curso Literaturaras Afrohispanoamericanas en el marco del Doctorado de la Universidad Andina Simón Bolívar. Agradezco a Michael Handelsman sus comentarios y sugerencias.

2 Las vicisitudes autoriales y editoriales fueron complejas, fue escrito por el afrocubano Juan Francisco Manzano a instancias de Domingo del Monte, editado y corregido por Anselo Suárez Romero, y traducido y publicado al inglés en 1840. Fue editado en español recién en 1937 por José Luciano Franco. Para un análisis detallado del texto consultar la tesis de Carmen Luz Cosme Puntiel (2008).

 

Recibido: 18/7/16

Aceptado: 22/8/16

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