1. Introducción
1.1. Pandemización del yo en construcción
El yo no es un ser estático, sino dinámico, cambiante y flexible, aunque no siempre por deseo propio, sino también, y en su mayoría, debido a otros sujetos: el señorío y la necesidad de tener (Valenzuela, 2018), quienes pretenden sujetar al sujeto modelándolo a su conveniencia por medio de la posesión. Dado que “aquel tener es, en el fondo, un ser-tenido por aquello que seduce al empleo de la posesión” (Heidegger, 2007, p. 203) de este modo el yo que se configura en nosotros es, en primer lugar, creado -aunque no por nosotros mismos sino, por ejemplo, por nuestros padres o entorno social inmediato-, es decir, es un ser-tenido por el deseo de otros. Luego, o con una mentalidad revolucionaria -de libertad plena (sin el deseo de tener lo que se tiene en el paradigma actual)- o con la imposición subjetiva del yo, producido por otro (deseo de tener lo que el otro tiene), se procede a la conformación del yo.
El significado de la construcción del yo (lo que se comprenderá como la yoificación: así como el edificio transcurre por un proceso de edificación, también debería pasar con el yo, con un proceso similar) es una actividad constante en el sujeto que, sin embargo, con la pandemia debido a la COVID-19, ha acelerado su fenómeno de transformación. Yoificación no consistirá en la transferencia del yo hacia las cosas yoificándolas -como señalara Schelling (Del Barco, 1998)- sino como un proceso histórico en donde el yo original se despoja de sí mismo (demolición o destrucción del yo previo) para ser-otro -el sujeto abandona su yo-consciente para volverse un yo con deseos que con el tiempo cambia (Gonzáles Panizo, 2010): yo-deseo-. En consecuencia, el yo -como máquina deseante- cambia según la movilidad del deseo: “carga intensiva del inconsciente que hace circular los flujos libidinales entre las máquinas” (Gonzáles Panizo, 2010, p. 4). Como consecuencia del devenir del yo “como una pluralidad de planos temporales sobre el devenir infinito y vital del caos” (Esperón et al., 2016, p. 62) el sujeto (máquina-deseante) se desterritorializa ya que “para construir un nuevo territorio hay que salir del territorio en que se está, o construir allí mismo otro distinto” (Haesbaert, 2013, p. 13), por ende, luego se reterritorializa conformando múltiples pliegues que construirán su comportamiento humano .
El deseo es la voluntad que impulsa al sujeto a su yoificarse, aunque no sea consciente de ello, pero sí placentero en cuanto el deseo se satisface. El ser humano nace con deseos instintivos (Rojas Paz Soldán y Lora, 2008), y de placer, debido a su propio ello, con el objetivo de sobrevivir: la máquina (el sujeto en sí) está programada para aferrarse a la vida ; y sus distintos órganos colaboran para tal fin. El yo y el superyó son órganos del alma que le servirá al sujeto para aprehender la realidad interiorizando normas, ideas, entre otros dispositivos que formarán su propio yo (Freud, 1991). El significado de esta afirmación está asociado con su entorno social más inmediato -muchas veces suele ser la familia-, dado que son ellos los primeros que configuran al yo del ser que crían. Sin embargo, incluso ellos también fueron criados y se yoizaron, motivo por el cual el yo conformado (territorializado) es producto histórico de la interacción social.
El yo no es producto de la familia (Del Granado y Unzueta, 2004), sino del saber/poder que está patente de forma dinámica en la sociedad. Por esta razón, la conformación del yo dependerá de la máquina social (molaridad) en un fenómeno, más bien, antiedípico (Deleuze y Guattari, 1985) que edípico. Es decir, la yoización es un producto del sistema global del deseo , el cual provoca en el yo la necesidad de cibernetización y la virtualización de sus actividades humanas; si bien ya estaba inmerso en cambios, ahora -con la pandemia-, el proceso histórico y de herencia social está transformándose de tal modo que el yo individual empieza a difuminarse con mayor celeridad para conformar parte de un yo social diseñado por el socius que edifica al ser de la máquina, dotándolo de órganos cuya respuesta será la obediencia (y por tanto será sujetado) o la resistencia (la rebelión), denotando distintos yos territorializados. En este sentido, el texto Sopa de Wuhan, al reunir la opinión de filósofos con distintos enfoques, evidencia el proceso de aceleración de desterritorialización y reterritorialización del yo, en tres aspectos del sujeto: su cuerpo, la sociedad y el Estado.
1.2. Yoización del yo
Previamente al desarrollo de la tesis propuesta, fue necesario ampliar el significado de yoización en tanto proceso vinculado a los deseos de la máquina social (socius) y, por lo tanto, a conceptos deleuzianos como objetil y superjeto, cuyos significados son necesarios para comprender por qué la máquina accede, conscientemente o no, a yoificarse, especialmente cuando está siendo pandemizado continuamente por los distintos dispositivos que lo orillan hacia una nueva normalidad.
Se propone que la yoicizacion es un proceso disciplinario conducido por el socius y, por consecuencia, por otros a causa de la construcción de la imagen de un sujeto objetivo -un objetil - que se instala en la molécula (los cuerpos) para que desee ser un sujeto que aún no es. Por lo tanto, cada cultura, en esencia, tendrá un objetil que se desea alcanzar como si se tratase de un sujeto utópico, en consecuencia, inalcanzable. De este modo, la globalización sería un dispositivo para que el socius global dirija sus deseos hacia un solo objetil.
Ello significa que el yo está confinado en una máquina y, a su vez, esta es deseante; es decir, su funcionamiento está organizado por la experiencia de su propia subjetividad o por el deseo que le impusieron (véase Ilustración 1). Cuando el sujeto proyecta su yo con el objetivo de alcanzar un objetil, entonces emerge el deseo de ser-otro, aunque signifique añadir objetos distintos a su biología para ser un superjeto , ya sea para alcanzar ser lo que aún no es o para (man/ob)tener su deseo. De este modo es posible reflexionar ¿qué tanto somos nosotros mismos?
Los distintos órganos organizan al sujeto para que dé, de a pocos, su propio yo con la recompensa de ser algo que no es y, por lo tanto, no llegará a ser, completamente, uno u otro. Significará que usará su libertad, en supuesto libre albedrío, para perder su libertad con tal de ser el objetil que aún no es (ni será). Se trata de un sujeto que experimenta la ilusión del libre albedrío, pues se trata de una libertad guiada por la perspectiva de otro(s), significando que su yo original se vuelva débil o desaparezca dado el deseo de alcanzar al objetil, puesto que si no lo hace o si no lo desea se convierte en anormal o al menos en un sujeto ajeno a lo normalizado.
Ahora, la pandemia debido a la COVID-19 ha provocado que los otros -no solo la familia o el entorno social inmediato, sino el socius- yoifiquen (al yo per se) a través de un proceso de reproducción de sujetos usando como medio los dispositivos de poder. El objetivo es producir máquinas que deseen ser (re)productores del sistema -catexis paranoica (Deleuze y Guattari, 1985, p. 374)- hasta conformar un nuevo dispositivo de poder: uno sagrado (Martínez y Ochoa, 2017), a saber, nosotros mismos idealizados (objetiles pandemizados), capaces de superar a la muerte -de transcender-, o por lo menos eso se desea cuando se obedece.
1.3. El yo y el territorio
En cuanto al territorio, la sociedad habita en él y forma su cultura en un determinado lugar (Ther, 2012) -físico y moral-. La maquinaria social -el socius, es territorial- diseña la normalidad que se transmite y repite en los individuos en todo aquel lugar donde su poder pueda vigilar y controlar -aunque siempre existe la posibilidad de que emergerá la diferencia debido a las distintas experiencias del sujeto (Domínguez, 2011) o de un grupo de personas-.
De este modo existirá un yo per se -fundacional- y otro impuesto. Aquí resulta importante destacar que para el socius le es importante un comportamiento y conductas normalizadas a su conveniencia en las máquinas deseantes, además de una actitud biopolítica. Si el acto de creación es un acto de resistencia (Qu’est-ce que l’acte de création?, 1987) en cuanto el sujeto no tenga el deseo de inventar, entonces será susceptible a ser lo que el socius le indique ser, a través de comunicados que sujetarán al sujeto por medio de dispositivos de control y vigilancia.
De este modo, será más fácil llenar el yo de una máquina que desea desear, no obstante, no sabe de qué o por qué. Por esta razón, la normalización, como consecuencia de la biopolítica -notoriamente visible en el proceso de pandemización-, es importante para hacer creer que el yo que posee es debido a su libre albedrío cuando en realidad defiende la normalidad impuesta y autoimpuesta. Sin embargo, en cuanto se adquiere conciencia del yo molar y el yo social ocurren actos subversivos de algunos -los subordinados-, ya que emerge en ellos el deseo de ser distinto, de crearse a ellos mismos. En esta perspectiva, el sistema de poder entra en crisis en sus yoes y comienza un período de inestabilidad, es decir, de insostenibilidad.
La subversión se entenderá como un despertar del yo per se: el repetido (máquina normalizada) en un acto de rebeldía se cuestiona por qué debe ser normal. Desde ese instante el sujeto se percata de que su yo es producto de otro y desea por sí mismo ser verdaderamente individual. Es decir, el sujeto ya no desea ser sujetado, por lo tanto, la inestabilidad del sistema que lo sostuvo se inestabiliza: emergen los anormales. El depravado fue aquel que hablaba sobre sexualidad sin tabúes -como si la sexualidad no fuera natural en la máquina deseante-, el desviado -como se les tildaban a los homosexuales o a los herejes que proclamaban, por ejemplo, que la tierra no era el centro del universo-, el vagabundo -como se denominó a rockeros, hippies, entre otros- (Deleuze y Guattari, 1997), entre otros, el más contemporáneo el covidiota.
Los debates siguen activos (el aborto, la eutanasia, la libertad de género, etc.) cuestionando qué tanto le pertenece a uno su cuerpo, su pisque o su propia existencia. El sujeto se desterritorializa de distintos modos ya sea para defender su realidad: “resultado de las síntesis pasivas del deseo como autoproducción del inconsciente” (Deleuze y Guattari, 1985, p. 43) o para no ser anormal, delirante o trastornado. El yo al percatarse que ha sido yoizado por otros, se encuentra con un trauma: el qué es, y creativamente, en un acto de resistencia, detenta una nueva realidad reterritorializándose hacia un nuevo yo, una nueva libertad. Seguidamente, en cuanto otras máquinas desean el deseo de ese otro rebelde, se conforma un nuevo poder, con nuevos dispositivos y una nueva perspectiva sobre cómo debe ser el nuevo objetil.
La construcción del yo, por lo tanto, se trata de una actividad propia del sujeto y solo para él. Se trata de procesos de territorialización, desterritorialización y reterritorialización para conformar devenires que construirán su entorno con el fin de alcanzar un yo completamente per se, y ya no per accidens. Dado que esto no sucederá sino en completa soledad, entonces el sujeto permanecerá en “perpetuo movimiento” (Martínez y Ochoa, 2017, p. 235). Se tratará, por lo tanto, de un constante devenir que experimentará el sujeto liberado para “acabar de una vez con el juicio de Dios y su capacidad de organización ad infinitum” (Allez, 2004, p. 92 citado por Martínez y Ochoa, 2017, p. 234).
2. Evidencia: pandemia 2020
2.1. Sopa de Wuhan
Con el objetivo de demostrar la relación entre el movimiento del yo como producto (yoización) de los dispositivos del poder, se ha visto por conveniente analizar la obra colectiva Sopa de Wuhan (Agamben et al., 2020). Una primera justificación estará asociada a su impacto en publicaciones en revistas de distintas disciplinas: medicina (Cruz, 2020) y urbanismo (Inostroza, 2020). En segundo lugar, su publicación llega a Latinoamérica cuando el estado de excepción se convierte en la tendencia que usarán distintos países como forma de contener la propagación de una enfermedad. En tercer lugar, es importante cómo la pandemia, debido a la COVID-19, ha dejado evidentes debates que rozan con la otredad, el sujeto, la sociedad. Finalmente, los diversos textos compilados en Sopa de Wuhan han sido redactados por filósofos con distintos enfoques, cuyos correlatos, que se enmarcan de febrero a marzo de 2020, aun así, revelan el proceso de yoificación expresado en el cuerpo, la sociedad y el Estado.
De este modo será posible evaluar cómo un acontecimiento en la historia de la humanidad permite comprender la construcción del yo que, con el devenir del sujeto en su territorio, provocará cambios en el hábitat a largo plazo.
2.2. El sujeto en pandemia
Con el fin de determinar cuáles son los conceptos que más agobian a los distintos autores del texto, se ha contabilizado todas las palabras (véase Ilustración 2) identificando que los vocablos virus, Estado, cuerpo, coronavirus, entre otros, son los más relevantes en la argumentación de los ensayos. Estos conceptos resultan importantes ya que todos ellos están en cambios continuos, especialmente debido a la pandemia provocada por la COVID-19.
El virus, y los conceptos derivados de él -coronavirus o pandemia-, será un nuevo dispositivo que servirá para controlar al cuerpo (molar), al Estado y a la sociedad (molaridad), configurándolas, por medio de un estado de excepción como una estrategia constantemente utilizada en las distintas naciones en donde la pandemia haya afectado a las personas para legitimar los cambios de la normalización. De este modo, la pandemia es un catalizador del poder, que servirá para normalizar la biopolítica en cada sujeto, creando un objetil relacionado al miedo provocado por esta enfermedad.
3. Discusión del yo
3.1. Desterritorialización (cuerpo, sociedad, Estado)
a) Cuerpo
El nuevo sujeto idealizado será uno libre de coronavirus, un sujeto que se cuida para no enfermarse, desterritorializando sus antiguos modos de usar su ciudad, sus casas y sus cuerpos. El cuerpo se convierte en el enemigo de otros cuerpos, el cuerpo se convierte en objetivo de la pandemia (ZiZek, 2020), pues, ahora el sujeto ya no puede tocar o respirar con libertad . Si la máquina es un menor de edad tiene prohibido socializar con otros niños (Markus, 2020), ya que su deseo por explorar es peligroso para su propia salud y la de los demás.
El cuerpo en conexión con la mente -máquina deseante- ha entrado a un estado de pasividad (Berardi, 2020) que ha permitido a los dispositivos un exceso de comunicación (Han, 2020) y ha provocado pánico en todos a través de lenguajes escatológicos (Agamben, 2020b). En tal sentido, el cuerpo ha perdido su deseo a resistir y, por lo tanto, a crear. Al no desear crear, entonces los demás crean por él y por eso la pasividad. Nuestros cuerpos están atravesando por una nueva metamorfosis. Se trata de un movimiento hacia una forma de vivir distinta y, aunque no es la primera vez (Yáñez, 2020), la pandemia por la COVID-19 ha revelado un devenir hacia nuevos pliegues en donde el cuerpo pierde, otra vez, territorio de distintas maneras, debido al deseo de sobrevivir o, por lo menos, combatir (por miedo) a la muerte.
Ahora el cuerpo está obligado a ser aún más individualista. Además de aislados (Han, 2020), ya no está permitido socializar, recrearse (en Perú hasta a inicios de 2021 no se dio acceso a las playas); no obstante, sí está permitido, por ejemplo, trabajar, ir al banco o hacer periodismo. Los dispositivos de seguridad han convertido a los hogares en zonas de reclusión y han delatado desigualdades, en comparación con los privilegios de aquellos que gozan con condiciones de habitabilidad para soportar la reclusión en detrimento de aquellos que no.
b) Sociedad
Mientras que el cuerpo, y el sujeto, se desterritorializa (asociado a un constante modelamiento del objetil), también es propicio el cambio en la sociedad . El miedo emerge como un motor, o dispositivo, que provoca el deseo de vigilar, el cuerpo ha entrado a una psicosis (Galindo, 2020) que transciende a lo colectivo. Esto ha provocado que hayan ciudades silenciosas y vacías (Berardi, 2020), en ciclos que se repetirán y reflejarán en el espacio público, debido a las nuevas cepas que brotan en el mundo. La sociedad ahora le teme no solo a sus calles, sino también a la sociedad misma, ya que cualquiera es potencialmente un portador de la enfermedad (Agamben, 2020a).
La biovigilancia está ahora más vigente que antes (Preciado, 2020), no solo a través de los distintos órganos del Estado, sino también a causa de los mismos sujetos que vigilan, controlan y castigan, cuando el otro -el covidiota- no cumple con los protocolos de bioseguridad. El socius se ha visto afectado a un nivel esquizofrénico, en tanto la realidad se vuelve difusa: algunos especulan sobre la creación de la enfermedad (Millán, 2020), otros opinan que el virus es inofensivo , otros tantos le temen o están en pánico. Las distintas posiciones están provocando estratos sobre cómo se debe afrontar la vida que no hace más que diferenciar y segregar más a la sociedad provocando posiciones antagónicas entre distintos grupos de individuos.
c) Estado
Producto de las relaciones de la sociedad (la molaridad) con los individuos (los molares) se produce un Estado gobernante que suele ser representativo de la sociedad. El Estado actúa en consecuencia del bienestar de la sociedad (Mariñez, 2007), o por lo menos así debería serlo. Por lo tanto, el proceso de desterritorialización del Estado emerge por una necesidad de protección a la población o esta exige, por intermedio de la sociedad, un proceso de cambio.
En 2020, la posición de los gobiernos ha estado asociada a una preocupación global debido a la pandemia y, en tal sentido, a la salud de todos sus conciudadanos (Agamben, 2020b). Las respuestas inmediatas de la mayoría de gobiernos fueron la restricción a la libertad de las personas con el fin de salvar vidas humanas (Manrique, 2020) y el retorno a una reestatalización (López Petit, 2020) en un advenimiento de crisis al neoliberalismo, siempre que exista cohesión social y un gobierno eficiente (Zibechi, 2020). De no ser así, el otro escenario será el de reinvención del neoliberalismo; especialmente, cuando las economías de los gobiernos se endeudan (Manrique, 2020) y cuyos modelos de reactivación económica están en relación con el consumismo masivo (Harvey, 2020).
Producto de la psicosis y esquizofrenia generada por la pandemia, el Estado está en proceso de generar un nuevo pliegue que, según las decisiones que asuma, arribará hacia la inclusión o la exclusión que dilaten las desigualdades. El instrumento que sirve para esta metamorfosis, o anamorfosis, será el estado de excepción que valdrá como puente hacia una nueva normalización (Nancy, 2020). Finalmente, el Estado, incluso previo a la pandemia, ya estaba en proceso de desterritorialización; sin embargo, sus procesos de pliegue se han acelerado notoriamente con la COVID-19.
4. Reterritorialización (Estado, sociedad, cuerpo)
4.1. Estado
El Estado, haciendo uso del estado de excepción, cimienta los caminos hacia una nueva normalización, hacia una nueva realidad (Nancy, 2020) que parece augurar la aplicación de más dispositivos de vigilancia y control. Se han emitido decretos de urgencia en los cuales la ciudad vuelve a ser una ciudad disciplinar con los toques de queda o los denominados distanciamientos sociales obligatorios. La cibernética, por ejemplo, ya estaba incursionando hacia el control remoto laboral y el Estado, debido a la pandemia, ha empezado a legalizar los permisos para vigilar y controlar a los empleados para convertirnos en sujetos similares a Hugh Hefner: “un recluso voluntario en su propio paraíso” (Preciado, 2020, p. 180). De este modo, una primera característica del nuevo objetil que fomentará el Estado será de aquel que adquiera las competencias de ser competitivo desde la reclusión del hogar.
El Estado ha permitido la división de dos sociedades: las cibernéticas y las análogas, aun cuando ya se estaba formulando una nueva clase social: los analfabetos digitales (Avello Martínez et al., 2013), no porque este último grupo haya asumido la posición de serlo, sino por no poseer la economía para obtener los hardware y software necesarios para interactuar. Adicionalmente, se requiere del servicio de conexión a Internet, el cual desde sus orígenes ha sido brindado por la empresa privada y no como una necesidad estatal; inacción que no garantiza la democratización de este servicio (Galindo Ayuda, 2012). No hay Internet para todos y, por lo tanto, se ha convertido en este accesorio como una necesidad maquínica para sobrevivir o existir en el mundo (Galindo, 2020). Mientras tanto, las sociedades cibernéticas, están creando un objetil -un socius- que sea capaz de vigilar, a través de dispositivos de seguridad para generar obediencia y aumentar las condiciones biopolíticas de la población. En consecuencia, la segunda característica que el Estado fomentará con los estados de excepción será el de un objetil cibernetizado y virtualizado; es decir, fomentará que los cuerpos de los sujetos tengan una extensión más allá de la biológica para transcender hacia lo virtual, de lo contrario, no podrá seguir luchando por lo que desee ser.
Finalmente, algunos Estados ya han demostrado una ferocidad para defender sus intereses (Butler, 2020), en primer lugar, para producir máquinas que se puedan instalar tanto en las ciudades como en los humanos o, de no ser posible su producción, para adquirirlas. En segundo lugar, debido al deseo de consumo, se ha generado una necesidad por la producción del conocimiento práctico, aunque en detrimento de los saberes de la reflexión . Los Estados adquirirán una tercera categoría, desde el poder, asociada con el desarrollo tecnológico en relación con la industria que significa la producción de las patentes logradas como es, por ejemplo, la tecnología de las vacunas -saber- y la farmacéutica (Harvey, 2020) -industria-.
4.2. Sociedad
Con el Estado -cuyo poder con el estado de excepción ahora consiste en quién está mejor cibernetizado, tecnologizado y, en síntesis, con capacidad para combatir a la pandemia (con aislamiento, conformación más rápida de nuevas normalizaciones, la producción del saber práctico/científico, equipos de protección y vacunas)- se diseña un nuevo objetil en el socius, uno que necesita de distintas máquinas para volverse un súpersujeto capaz de alcanzar su objetil: un superjeto idóneo para sobrevivir, por miedo a morir, a la guerra que ha significado la pandemia (Macron citado por Preciado, 2020). La adquisición de mascarillas, por ejemplo, provocó el develamiento de una breve guerra entre países para tener estos sistemas de defensa para sus ciudadanos. La sociedad se divide en dos, por un lado, aquellos con deseo de añadir más máquinas a su cuerpo -como es el proceso de vacunación- y, por otro, aquellos más agnósticos, resistentes a la ciencia, que se niegan a esta posibilidad (El Tiempo, 2021). No obstante, en cualquiera de los casos, la decisión está en relación con el pánico a morir. Por lo tanto, existe un proceso de pliegue -del saber/poder al miedo/sumisión-, el cual ha generado no solo el deseo por el cuidado individual, sino también una máquina social que presiona para que así sea la nueva normalización higienista.
El miedo/sumisión provoca un deseo más fuerte que el saber, desterritorializando a la sociedad y provocando que se reterritorialice como un socius con trauma y pánico hacia un devenir esquizofrénico. El deseo por la colectividad se suprime y, por lo tanto, el cuerpo del otro es el enemigo de uno mismo. La otredad emerge como un paradigma de cuidado personal y como una segunda característica de la nueva sociedad normalizada. Un ejemplo es el caso peruano, en donde la otredad se instala cuando se recomienda estar en casa con mascarillas “para evitar que este mortal virus se propague” (El Comercio, 2020, párr. 3). De esta forma, se desea y se normaliza la necesidad del uso de más dispositivos de vigilancia y control, con una nueva sociedad virtual. Mientras tanto, las sociedades que no posean la capacidad económica para sobrevivir en la esquizofrenia de la pandemia (pues los equipamientos cuestan), continuarán con su propia normalización, con “más miedo al hambre que al virus” (Zárate, 2020), aun a sabiendas de que el virus los puede matar. El saber eso ya no es suficiente poder para someterlos en este escenario tan efectivo, como sí resulta el miedo con fines de supervivencia.
4.3. Cuerpo
Con una sociedad en guerra, el cuerpo sufre una reterritorialización hacia el miedo (Han, 2020)/sumisión (Preciado, 2020). Las máquinas deseantes afianzan su miedo a morir (López Petit, 2020) ya sea por hambre, por el virus o por desaparecer socialmente por no virtualizarse (Galindo, 2020). La principal característica que definirá al individuo será el anhelo de alcanzar al objetil producido por la máquina esquizofrénica que consiste en (una paranoia para) sobrevivir. El sujeto vuelve a darse cuenta de que su propio cuerpo no es suficiente para alcanzar a ser objetil, sino que ahora necesita de alcohol, protectores faciales y mascarillas (Han, 2020), además de bioseguridad y biovigilancia con dispositivos cada más tecnológicos y necesarios en las ciudades (Markus, 2020).
Por esta razón, los dispositivos de comunicación, sobre todo los portátiles y personales, son los nuevos dispositivos de vigilancia y control de la nueva forma de ser . La nueva normalización, empieza a tener el efecto de una consolidación de dispositivos disciplinarios, basta ver las denuncias en redes sociales a los denominados covidiotas, lo cual evidencia una exigencia a ser otro y que la excepción se normalizó. La producción del sujeto ya no estará solo supeditada al control del Estado, o de un sistema capitalista, sino en uno mismo, por medio de una biopolítica en el cuerpo de los sujetos siempre con el objetivo de cuidarse, de impedir -o por lo menos atrasar- su muerte. El nuevo pliegue del cuerpo, por lo tanto, será uno esquizofrénico, aunque con un yo impuesto más que uno producido por uno mismo.
5. Las territorializaciones del yo
Un producto asociado a los procesos de yoización es la producción de distintos territorios del yo. La reterritorialización del cuerpo, con la experimentación de la pandemia, permite comprender que existen distintos modos de pliegues dentro del pliegue cuya explicación se aproxima al concepto de rizoma debido a la bifurcación de distintos yos. Es imposible afirmar que todo sujeto está sumergido en el paradigma capitalista (Samir Amin, 2010), en tanto se encuentran a favor o formulan su posición en contra a partir de este paradigma.
Dentro del pliegue que implica el paradigma capitalista -y, por ende, también el socialista-, es posible identificar distintos objetiles (producto de pliegues dentro del pliegue) que no impiden la yuxtaposición de ambos en un único sujeto: un primer superjeto de supervivencia y otro cibernetizado -un yo puede tener un poco de uno y otro porcentaje de otro, sin embargo, uno más dominante-. En ambos casos es posible detectar dos tipos de deseos: obediencia y desobediencia; ya sea consciente o no.
En síntesis, el yo construido no es completamente auténtico, ya que es producto de una territorialización impuesta por otro o no. De este modo, la conformación del yo poseerá una primera bifurcación que tratará acerca de sobrevivir cibernetizado o en estado natural (en tanto es mi cuerpo y mi propiedad, nadie puede gobernar sobre él, si no solo yo). Una segunda bifurcación estará asociada a ser obediente o no; es decir, me cibernetizo porque quiero o me siento obligado a serlo o rechazo el otro modelo. Por ejemplo, habrán sujetos naturalizados, dado que son desobedientes al modelo cibernetizado (en vista de que consideran que su propia biología es suficiente para sobrevivir). Finalmente, en cualquiera de los casos, habrá la influencia de parte de grupos dominantes en los sujetos, motivo por el cual, en la ausencia de la creación, la obediencia es inconsciente o, en el devenir de su consciencia, decide pertenecer al pliegue, debido a que posee argumentos para así sustentarlo.
De este modo, la pandemia ha permitido demostrar que el yo de los sujetos se ha fragmentado con mayor velocidad, ya que cada vez será posible identificar sujetos, por ejemplo, de supervivencia natural, es decir, que no consideran a la cibernetización de sus cuerpos (adición de más máquinas, además de la biológica que ya poseen) como necesaria para sobrevivir (véase Tabla 1); del mismo modo, habrán máquinas deseantes de nuevas tecnologías en sus cuerpos. En ambas opciones (de supervivencia natural o cibernetizada) estarán aquellos sujetos influidos por una máquina social que provocará en ellos una reacción de obediencia o rechazo al modo de supervivencia, la cual, a su vez, puede ser una elección consciente o no. Las combinaciones son múltiples y tampoco son nuevas, sino que, con la pandemia, se han acelerado los procesos de construcción de los yo, permitiendo identificar más claramente a los sujetos yoificados (Tabla 1).