Los textos reunidos en El mar no es ancho ni ajeno. Complicidades transatlánticas entre Peru y España publicado por Iberoamericana-Vervuert, dan amplia muestra de la dimensión transcultural que se ha ido desarrollando entre Perú y España a lo largo de cinco siglos. En esta tarea, la labor conjunta de Ángel Esteban, catedrático de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Granada, y Agustín Prado Alvarado, profesor titular de Literatura Española e Hispanoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, nos ofrece una selección de ensayos y testimonios cuya heterogeneidad reconstruye la complejidad de este lazo transatlántico que generó - y sigue generando - un diálogo cultural provechoso y edificador. Este último se presenta a los lectores como un proceso de mestizaje ocasionado por la Historia, desde la conquista hasta nuestros días, y desembocado en el enriquecedor panorama del Territorio de la Mancha, así como lo teorizaba Carlos Fuentes en su discurso de recepción del Premio Cervantes en 1987.
En la introducción el recorrido histórico de las relaciones que se fueron instaurando e intensificando entre ambos países diseña el telón de fondo en el cual se van insertando las contribuciones que se recogen en las cinco secciones del libro. Cada sección no sólo aporta valiosas investigaciones con respecto a la influencia reciproca que ejercieron España y Perú en la actividad creadora de sus representantes culturales (no solamente literarios), sino también aporta los matices necesarios para entender la naturaleza de la interdependencia que aquí se pone de manifiesto.
El estudio de José Antonio Mazzotti, con el que se abre la primera sección, plantea una lectura barroca del Inca Garcilaso enfocada principalmente en la construcción de una identidad múltiple que se desprende de las palabras del propio autor en la "Dedicación a la Virgen" y en el "Prólogo" de la Historia general de Perú. No solamente los rasgos estilísticos del Inca dejan un valioso testimonio de su doble herencia, andina y española a la vez, sino también su propia figura, tal como Garcilaso mismo la concibe, delata la consciente identificación del autor con ambas culturas.
Si el Inca puede considerarse de tal forma "el primer escritor transatlántico nacido en el Perú" (12), Marta Ortiz Canseco describe los efectos de un viaje de signo contrario: en su ensayo, de hecho, es posible recorrer el camino inverso cumplido por aquellos libros dedicados a la formación de las mujeres que, si bien escritos en España o deudores de las normas sociales de la península, fueron exportados y adoptados en la colonia. Este intento de homologación en conformidad a los "Modelos de perfección femenina" (43) vigentes en Europa resulta aún más significativo, como señala Ortiz Canseco, por un lado, para determinar la perspectiva a través de la cual se juzgaban las costumbres de las mujeres indígenas, y por otro lado para deducir el papel efectivo asumido por las mujeres en el ámbito doméstico en la época del Virreinato.
A continuación, tanto Moisés Sánchez Franco como Nazaret Solís Mendoza, entrelazan un diálogo cultural que se extiende mucho más allá de la distancia espacial que divide Perú de España, para indagar la recepción de los clásicos hispánicos en la literatura peruana del siglo XX. Sánchez Franco señala como la voluntad de romper con el canon hispanista, asumida por los modernistas, dio lugar a una recuperación paródica del Don Quijote, cuya referencia es manifiesta en los cuentos "Don Quijote" de Carlos E.B. Ledgard y "El quinto Evangelio" de Clemente Palma. Si en los escritores modernistas el peso de la herencia hispánica se explicita en un juego paródico votado a desacralizar la tradición, la Generación del '50 no rechaza ese legado y, por el contrario, asimila la literatura del Siglo de Oro en busca de nuevas formas de excelencia poética. Según Solís Mendoza, este proceso de asimilación se observa, en los poemas de Jorge Eduardo Eielson, Carlos Germán Belli y Javier Sologuren con respecto a las obras de San Juan de la Cruz, Góngora y Quevedo, según tres diversos modelos de recreación, respectivamente definidas amplificativa, completiva y exegética.
La frontera entre Perú y España, aún vigente en la primera sección de El mar no es ancho ni ajeno, se vuelve borrosa a partir del segundo grupo de ensayos, como ejemplificado por los estudios de Carmen María Pinilla y de
Enrique E. Cortez. El primer texto traza una relación profunda entre Federico García Lorca y José María Arguedas, en la cual la admiración de éste hacia el escritor español no se resuelve simplemente en una influencia literaria, sino más bien en un sentido de la belleza hacia el mundo y el arte compartido por ambos escritores. Sucesivamente Cortez indaga la dimensión del heroísmo socialista en la poesía de César Vallejo, cuya evolución solo puede entenderse como consecuencia de la estancia que el poeta realizó en España en el año 1936, durante la Guerra Civil. En cambio, el corte mucho más subjetivo y personal de Jesús Rubio Jiménez caracteriza el relato de "La misteriosa vida de los libros" (137), cuyo caso específico aquí tratado (el ejemplar número 125 de Poemas Humanos) refleja de alguna manera la existencia misma del propio César Vallejo, anclada en ambas orillas del Atlántico a la vez.
La oposición entre "Tradición y contracultura" (145) se vuelve aún más problemático en la experiencia del movimiento Kloaca, surgido en Lima como agrupación heterogénea de artistas. Según las observaciones de Ángel Esteban, la mayoría de sus representantes no solamente abandonó la hostilidad inicial hacia el canon literario hispánico, sino que terminó compartiendo en buena medida aquella cultura "subterránea" que caracterizó la movida madrileña de los '80.
Los dos ensayos que abren la tercera sección podrían leerse en paralelo a los relatos de Mario Vargas Llosa y Fernando Iwasaki reunidos en el sucesivo apartado. A pesar de las constantes referencias al mundo literario anglosajón y francés que encontramos en las obras ensayística del Premio Nobel peruano, Agustín Prado Alvarado documenta a través de la obra crítica de Vargas Llosa el conocimiento y aprecio del autor por la narrativa española contemporánea, ofreciendo al lector una cronología ordenada y precisa de sus lecturas hispánicas. En el caso de Iwasaki, su propia identidad se moldea conforme a las patrias literarias del autor, cuya "reterritorialización" (191) constituye el eje central de esta investigación de Eva Valero Juan. Ambos escritores confirman con sus propias palabras y experiencias la culminación de ese proceso de mestizaje anteriormente mencionado. Bajo esta misma perspectiva resultan muy interesantes algunas coincidencias registradas por Elena Guichot Muñoz en el teatro independiente de creación colectiva, en cuya trayectoria artística se encuentran las conexiones evidenciadas por la autora entre el grupo español La Zaranda y el grupo peruano Yuyachkani.
Además de Vargas Llosa e Iwasaki, los novelistas Jorge Eduardo Benavides, Alonso Cueto y Doménico Chiappe dejan constancia de su acercamiento y pertenencia a la cultura peninsular.
Finalmente cierra el libro una entrevista realizada en el 2017 a Alfredo Bryce Echenique realizada por Jéssica Rodríguez, donde el novelista peruano sugiere una cercanía nueva entre España y Perú: "A mi me llama la atención una sola cosa de ese grupo de escritores jóvenes y es que, antes, cuando yo era joven, todos soñábamos con ir a París, y ahora todos sueñan con irse a Madrid" (262).
Quizá El mar no es ancho ni ajeno sea una evidencia más de que, tanto en el pasado como hoy en día, muchas fronteras han sido creadas, pero la creación verdadera nunca admitirá algún tipo de fronteras.